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Qué lindo que es ir al teatro,
me encanta, lo vivo como una verdadera fiesta!!!!
Si la propuesta está bien cuidada y es acorde a nuestro paladar, resulta
un deleite poder involucrarse por un par de horas en una historia ajena desde
el lugar de observadores. Vivirla a la par de los personajes pero sabiendo que
en verdad nadie muere, nadie gana, nadie sufre, nadie traiciona y nadie es
traicionado, son solo sombras, situaciones ficticias pensadas como invitaciones
al esparcimiento y la reflexión.
En cambio la vida fuera del
teatro se presenta bien diferente, los dolores duelen, las traiciones también.
Hay tantas cosas que duelen y pesan. Pienso en mi vida cuidadosamente
compartimentada en distintos intereses y roles, el precio que pago por todos ellos
es el mismo.
Familia, amigos, opiniones
políticas o preferencias de cualquier tipo, se vuelven a veces lastres con los
que hay que lidiar en lo cotidiano. Construimos ese edificio que llamamos
personalidad pero no para vivir cómodos dentro de él, para refugiarnos de la
lluvia o el frío, sino para convertirnos nosotros en sus servidores.
Peligro: Una contradicción entre familia y política en el tercer
piso, rápido a apuntalar la estructura; Alarma en el subsuelo: posible fuga de
racionalidad, el yo de oficina
demanda atención, manos a la obra, un ejército de psicológos o de fármacos ya
mismo, la estructura no puede ceder. Armamos esa estructura para poder decir satisfechos:
-ahhh este soy yo. Y después vivimos para sostenerla, cada piso, cada adorno
que agregamos al edificio nos maravilla pero la verdad –y la sabemos– es que
supone una nueva amenaza; algo más que se puede romper, algo más que deberemos
cuidar y algo más por lo que habremos de lamentarnos el día en que
inexorablemente se pierda.
Muchas veces tengo miedo de tomarme demasiado en serio, por eso me
gusta el teatro donde las experiencias son profundas y llenas de riqueza pero a
la vez livianas y efímeras.
Hace pocos días un amigo me enseñó un conjunto de fotografías de
rostros de personas de la India rural; la sensación que tuve fue exactamente la
misma que sentí en las visitas a aquellas regiones: cierta envidia al ver en
sus ojos que la vida no les pesa, que actúan siempre el guión de hoy, las
escenas siguientes todavía no llegan y por ende no existen, las experiencias
pasadas están muertas y tampoco existen. Sonríen y viven al día. Su estructura
es siempre cambiante, instantánea, dinámica, como las formas de Proteo.
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