Celebremos la fuerza más poderosa del mundo.
Son muchos los que creen que nada ha sido jamás logrado sino por su intermedio.

Esa fuerza poderosa es la fuerza de voluntad del hombre, que se expresa con vehemencia sobre todo lo creado.
Su omnipotencia es tal que permite al hombre sortear cualquier límite.
O casi cualquier límite.
Cuando el hombre sucumbe al hechizo de su propia grandeza, de su propio poder, habrá para él un límite muy difícil de sortear: el de su propia ceguera.

Perderá de vista que existe otra voluntad, más sutil y más secreta que a teje en silencio la trama con una infinita madeja.
La fuerza de voluntad del hombre es una provechosa herramienta con la que fuimos beneficiados. Aunque su poder suele ser frecuentemente sobreestimado.
La omnipotencia de la voluntad no podrá jamás pintar con el color exacto un amanecer.
No puede hacer que las estaciones se suceden y se multipliquen en perfumes.

Algunos maestros y santos del oriente recorren el camino contrario.
No cultivan su propio poder y así se vuelven poderosos.
No procuran alcanzar el conocimiento y así se vuelven sabios.

Humildes. Pequeños. Casi inexistentes como un modesto granito de polvo. Ellos dicen a todos los hombres:
Tenemos la capacidad de volvernos un granito de polvo a los pies del Maestro
Si afinamos nuestra garganta y nos volvemos cantores, Él hará el resto
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